sábado, 2 de octubre de 2010

COLABORACIONISMO CON EL TERRORISMO DE ESTADO GOLPISTA EN ARGENTINA

por Eduardo R. Saguier (27/08/03)

Sabido es que el colaboracionismo con los regímenes despóticos es tan viejo como la historia, pues se dio en tiempos de los faraones egipcios, los emperadores romanos, los papados medievales, las monarquías absolutas, las dictaduras decimonónicas, y los totalitarismos modernos (fascismos, nazismos, stalinismos). Pero también es cierto que no todos los colaboracionismos fueron de igual entidad o ponderación, pues en la historia de la humanidad se dieron diversos tipos de colaboracionismos, comenzando con el colaboracionismo obtenido a instancias de la tortura, pasando por el colaboracionismo venal o táctico-económico, y por los colaboracionismos institucionales e ideológicos, hasta alcanzar el grado máximo con el colaboracionismo de estado, categoría esta ultima que se dio durante las guerras mundiales por parte de aquellos estados vasallos o amenazados por la conquista o la invasión (e.g.: la Francia de Vichy, la Hungría de Horthy, la Noruega de Quisling).

Entre los más bajos en la escala, los colaboracionismos venales o táctico-económicos fueron los más hipócritas, pues estuvieron orientados por el mero interés económico, de los cuales nuestra historia ofrece innumerables ejemplos tanto en nuestro pasado reciente como así también en el más remoto. Como olvidarnos de la conducta política del Partido Comunista en tiempos de Videla a los efectos de garantir la venta de trigo a la Unión Soviética. Ni que hablar de la conducta de la Unión Industrial, de la Sociedad Rural, y de nuestros grandes periódicos, vorazmente interesados en la licitación publica de Papel Prensa, la cual fuera violentamente confiscada de manos de la familia Graiver-Papaleo.

En cuanto a los colaboracionismos institucionales cabe establecer una nueva desagregación, pues se dieron colaboracionismos sindicales, eclesiásticos, educativos y culturales, los cuales tampoco fueron gratuitos, pues en el caso de nuestra burocracia sindical estaba seducida con el control de las obras sociales, en el caso de la burocracia educativa con la habilitación de los títulos profesionales, en el caso de la burocracia eclesiástica con el mantenimiento del vicariato castrense y el encubrimiento de la pedofilia clerical, y en el caso del colaboracionismo cultural, como el de las Academias Nacionales, fueron compradas con un plato de lentejas (subsidios para congresos internacionales con consiguientes besamanos presidenciales públicamente publicitados).

Y en cuanto a los colaboracionismos ideológicos, los más elevados en la escala de responsabilidades, han sido los mas deletéreos y perversos, pues cuentan en su haber con la responsabilidad de haber legitimado intelectualmente, de una forma activa o pasiva, tacita o expresa, la opresión y el genocidio, los cuales también cuentan en la historia universal con innumerables precedentes, unánimemente condenados por el juicio histórico. Este colaboracionismo ideológico puede asimismo desagregarse en colaboracionismos periodísticos, universitarios y científicos, cada uno de los cuales contaba también con un alcance muy desigual en la masa de la población. Por cierto, de todos ellos el que cuenta con la dosis más alta de responsabilidad es el colaboracionismo periodístico, pues fue el que se encargo durante la última y genocida dictadura, de alimentar un ciego odio irracional contra los llamados "subversivos", y luego de dicha dictadura, procuro curiosamente asumir un rol apaciguador clamando por la paz y el olvido, difundiendo hasta el hartazgo la Teoría de los Dos Demonios. Asimismo, este colaboracionismo periodístico debe también desagregarse en los colaboracionismos escritos, radiales y televisivos, contando los mismos con muy diversa penetración, donde el colaboracionismo escrito llegaba a las clases superiores y los colaboracionismos de los medios radio-televisivos (e.g.: Neustadt-Grondona) inundaba al común de la población (ver Knudson, 1997).

El análisis del colaboracionismo escrito viene precisamente a cuento, no con motivo de la prensa terrorista y sus periodistas lacayos (e.g.: diario Convicción), o de la prensa confiscada (e.g.: La Opinión), sino por cuanto el Sábado 16 de agosto, esa Tribuna de Doctrina, que es el diario La Nación, publico sendas notas de los periodistas Félix Luna y Santiago Kovadloff, en las cuales dichos intelectuales confunden adrede la verdad histórica al no diferenciar el terrorismo de estado practicado por gobiernos legítimos (Triple A) de aquel otro practicado por gobiernos ilegítimos, dando así rienda suelta a una conocida teogonía demoniaca, metamorfoseada con un barniz ilustrado de factura jesuítica. ¿Cómo es posible que Félix Luna, quien además de periodista oficia justamente de historiador y correligionario, pueda mostrarse "triste" y "confundido" porque un gobierno legitimo pretenda juzgar el pasado tenebroso de un gobierno ilegitimo que permanece aun impune? ¿Cómo es posible que el historiador Luna evoque elogiosamente el ejemplo del fusilamiento de Cuitiño, Badia, Alen y otros sicarios Mazorqueros, y supongo que también la condena a muerte del Edecán Antonino Reyes, practicado por las autoridades del Estado de Buenos Aires, para simultáneamente desacreditar dicho elogio al sostener que ello fue un "blanqueo" de la propia sociedad porteña, cómplice del terrorismo Rosista; y en cambio, cuando se refiere a nuestra propia actualidad, donde prevalece una mayoría de golpistas terroristas de estado aun impunes (que no han sido siquiera debidamente procesados, ni soñar debidamente ejecutados), nos viene a insinuar la conveniencia de una contradictoria, cínica y eterna amnesia? ¿Cómo es posible que el historiador Luna llame a clausurar una Caja de Pandora cuando su propia persona, desde su tribuna de Todo es Historia, se canso de ejercitar durante el Proceso una autocensura internalizada, institucionalizada y quiero creer libre de publicidad oficial --semejante a la que Pedro de Angelis practicaba en el Buenos Aires Rosista-- al extremo de que nunca su publicación fuera prohibida ni censurada?

¿Cómo es posible que un periodista lucido como Santiago Kovadloff caiga en la implementación de la teoría del Demonio Bicéfalo igualando a los terroristas de estado con aquellos otros que mal o bien procuraron inútil y temerariamente resistir al terrorismo de estado? ¿de que otra forma puede interpretarse su caracterización de igual "inflexibilidad", "intolerancia", "intransigencia", y "repugnancia", formulada justamente desde un periódico (La Nación) que en tiempos del Proceso guardo un prudente y cómplice silencio con el Terrorismo de Estado? ¿O no será acaso que estos periódicos buscan valerse de plumas alquiladas para evitar que se investigue su propio colaboracionismo venal con el Terrorismo de Estado?

Debo concluir entonces que para que el terrorismo de estado sea definitivamente erradicado de los justificados miedos del pueblo y la sociedad civil se deberá no solo procesar y condenar a aquellos autores materiales de crímenes de lesa humanidad sino también identificar y castigar a los colaboracionistas intelectuales del terrorismo de estado.
Fuentes:
Knudson, Jerry W. (1997): Veil of silence: the Argentine press and the Dirty War, 1976-1983. (Latin American Perspectives, 24:6, Nov. 1997, p. 93-112, bibl.)
Gentileza:: Eduardo R. Saguier [saguiere@ssdnet.com.ar]

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